PLD un partido distinto
del PRD
3ra. entrega
3ra. entrega
El lector sabe, porque lo he dicho varias
veces, que aunque se haya dicho que un grupo de dirigentes del PRD decidió
fundar el PLD y lo declaró fundado el 15 de diciembre de 1973, la verdad es que
el PLD nació en la Conferencia Salvador Allende en tanto partido totalmente
nuevo en la historia del país. En esa conferencia el compañero Abel Abréu pidió
que se estableciera la crítica y la autocrítica en la vida del partido, a lo
que respondí diciendo que “junto con el centralismo democrático... la crítica y
la autocrítica es básica para nosotros; es más, no se concibe que establezcamos
el centralismo democrático y que dejemos a un lado la crítica y la autocrítica
como parte del método de trabajo”, y como el mismo compañero Abel había
propuesto que se fomentara el hombre con conciencia peledeísta y que el Comité
Político recibiera las sugerencias de todos los comités del partido sobre
métodos de trabajo y las estructuras orgánicas, mi opinión fue que “no debe ser
así sino que el Comité Político debe enviar la documentación referente (a la
Conferencia Salvador Allende) a todo el partido, a todos los organismos del
partido, incluyendo los círculos de estudios, para que todo el mundo opine
sobre estas cosas”, y terminé diciendo: “Nosotros no sabemos dónde está en el partido
escondida la cabeza que va a dar la idea genial que va a resolver este
problema, porque esos son los casos que se dan, los casos de la conciencia
colectiva y la mentalidad colectiva. Los organismos que son representación del
pueblo saben mucho más que los hombres aislados”.
El compañero César López opinó que las
estructuras orgánicas del PLD debían ser diferentes a las del PRD, y afirmó
esas palabras con estas otras: “El pueblo necesita cambios, y esos cambios no
se harán con estructuras débiles; se harán con una estructura férrea y con
compañeros bien armados ideológicamente”, más aún, afirmó que “El PLD tiene que
ser un partido totalmente diferente al PRD”; a todo lo cual respondí yo
diciendo: “¿Cuántos miembros de comités del PRD no trabajan? Eran siempre la
mayoría; la mayoría no trabajaba. ...Cuando llegue la hora de afiliar miembros,
nosotros no podemos aceptar en el partido a los que no sean militantes...
Cuando abramos las afiliaciones entonces es cuando vamos a ver cuáles son los
miembros del Comité Central y los miembros del Comité Político y los miembros
del Comité del Distrito y los miembros de todos los comités que no pueden ser
afiliados al partido... Es decir, miembro del partido no puede serlo
cualquiera, ni que lo pida de rodillas. Miembro del partido debe ser solamente
el que demuestre su capacidad militando, entrando por un círculo de estudio y
sirviendo en el partido.
Y de los que estamos ahora,
deberán ser miembros los que hayan demostrado su capacidad de militantes, los
otros no. Vale más tener pocos compañeros que militen que muchos que no lo
hagan”.
Si el lector toma en cuenta las referencias
hechas a los requisitos que debían llenar los aspirantes a miembros del PLD
cuando se decidiera iniciar las afiliaciones al nuevo partido, se dará cuenta
de que en realidad, aunque a la altura de los primeros días del mes de mayo de
1974 estábamos a 5 meses del 15 de diciembre de 1973, en esos cinco meses el
PLD no había afiliado a nuevos miembros. Lo que había hecho el PLD en esos meses
había sido echar las bases para crear un partido totalmente distinto del PRD.
El propósito de convertir el PLD en un
partido de militantes imponía la necesidad de que esos militantes llevaran a
cabo sus actividades partidistas siguiendo en cada una de ellas maneras propias
de actuar, lo que requería que a la hora de ejecutar una tarea el peledeísta
que la cumplía en Santiago la hacía exactamente igual que el que la realizaba
en Barahona o en Higüey. Para hacer posible esa identidad en la forma de llevar
a cabo un trabajo del partido era necesario establecer métodos de trabajo, y en
la Conferencia Salvador Allende dije que cuando estuvimos en el PRD no habíamos
adoptado ningún método de trabajo y aclaré que “Un método de trabajo
corresponde, necesariamente, a todo un sistema de ideas aunque la persona que
realiza el trabajo no se dé cuenta de ello. Por ejemplo, el método de trabajo
artesanal corresponde a las ideas propias de la sociedad que produjo el
arquetipo del artesano, que fue la sociedad feudal urbana”. A seguidas aclaré
que hubo artesanos en Grecia y en Roma antes del feudalismo y que los hay
ahora, en los tiempos del capitalismo, pero que “El artesano medieval vivía en
medio de la sociedad medieval como el pez en el agua porque trabajaba con
métodos apropiados a esa sociedad, apropiados a la manera de pensar y de sentir
de esa sociedad. Esa sociedad creía en un orden humano y religioso establecido
rígidamente, un orden social al cual correspondían los sentimientos y las ideas
de su época”, pero a seguidas aclaraba lo dicho explicando que “El artesano de
hoy es otra cosa, pues ni trabaja ni siente ni piensa como el artesano medieval
debido a que ya no existe la sociedad medieval, y si no existe la sociedad
medieval nadie puede sentir, pensar ni actuar como se pensaba, se sentía y se
actuaba en la sociedad medieval”.
A partir de esas palabras pasaba a exponer
mi criterio de lo que debían ser los métodos de trabajo del PLD y lo decía de
la siguiente manera: “Nuestra sociedad no es capitalista sobre desarrollada y
ni siquiera desarrollada; es una sociedad que tiene poco tiempo dentro del
sistema capitalista en su etapa industrial, pero es una sociedad en evolución
que está dejando atrás los tiempos del trabajo individual propio del artesano, por
lo menos en aquellas actividades que están entrando en la vía del capitalismo
industrial. Nuestro método de trabajo debe corresponder al tipo de sociedad en
que estamos viviendo; no debe ser ni más atrasado ni más avanzado que nuestra
sociedad porque si lo fuera el medio lo rechazaría; es más, si fuera más
avanzado que el nivel de nuestra sociedad no tendríamos gente en el país con
quienes aplicarlos, porque ¿de dónde saldrían los dominicanos que lo pondrían
en ejecución? Los dominicanos son dominicanos, unos iguales a los otros, aunque
haya diferencias particulares. Pero nuestro método de trabajo debe corresponder
también a las aspiraciones del partido, a lo que sienten y piensan los hombres
y las mujeres del PLD, que no es lo mismo que lo que piensan los hombres y las
mujeres del PRD o de los partidos populares”.
A
esas palabras seguían éstas:
“Para cumplir esas dos condiciones a las
que acabo de referirme se necesita que el método de trabajo del partido sea a
la vez colectivo o de grupo, esto es, combinado, discutido, aprobado y llevado
a cabo por organismos del partido, no por una sola persona, y al mismo tiempo
siguiendo un proceso que corresponda a la ley fundamental de los cambios
revolucionarios”.
La propuesta de
un método de trabajo
A
partir de lo que ha quedado dicho en estas páginas, o para ser más preciso, en
los tres párrafos anteriores, pasé a explicar en forma detallada la manera de
aplicar lo que estaba proponiendo. La explicación fue la siguiente: “Todo lo
que acabo de decir lo resumo en estas palabras: El partido debe adoptar el
método de trabajo en equipo o de grupo y debe idear o planear sus tareas y
llevarlas a cabo siguiendo en todos los casos el principio de partir de lo
particular hacia lo general y de que lo general sea enviado de nuevo a lo
particular para que el o los acuerdos tomados con sentido general sean
aplicados en cada caso concreto o particular con medidas concretas o
particulares. Esas palabras quieren decir que la idea de hacer una cosa
cualquiera no debe salir de la cabeza de un miembro del partido para
convertirse inmediatamente en hecho o en realidad, sino que debe salir de la
cabeza de un compañero y pasar a ser discutida por el organismo del partido al
que pertenece ese compañero, y ese organismo (digamos, por ejemplo, el Comité
de Base o Intermedio o el Comité Central) vería esa idea, o mejor dicho, la
estudiaría, desde el punto de vista de la experiencia y el conocimiento de un
organismo que representa un núcleo o parte del partido, o lo que es lo mismo,
vería la proposición desde el punto de vista de un sector particular del PLD, y
si se trata de una idea que tenga importancia política más amplia que la que le
corresponde a ese organismo superior o a varios organismos superiores para ser
discutida en los niveles que le correspondan, por ejemplo, en el nivel
municipal, en el provincial o en el nacional, y esa idea, una vez discutida y
aprobada o ampliada en el nivel que le corresponda, pasaría a ser puesta en
práctica tomando en cuenta las características particulares del lugar, del
organismo o del caso donde va a ser aplicada”.
A lo dicho agregaba
yo lo que sigue:
“Siguiendo ese método de trabajo el partido
mejoraría y aprovecharía para su avance político y para beneficio del pueblo
todas las ideas que se les ocurrieran a todos sus miembros, con lo cual se
estimularía la capacidad creadora de cada uno de ellos, pero al mismo tiempo se
desarrollaría la capacidad crítica y de análisis de todos los miembros, porque
todos tendrían que enjuiciar las ideas de sus compañeros, y a la vez se
desarrollaría la capacidad de todos ellos para poner en práctica en el seno del
pueblo las ideas aprobadas. Con todo eso que acabo de decir se obtendría como
resultado una cosecha de mentalidades independientes y hombres y mujeres con
dotes ejecutivas, o lo que es lo mismo, el partido acabaría siendo un partido
de líderes de todos los niveles, todos ellos dedicados a una gran tarea
conjunta en la cual cada quien trabajaría en la parte que le tocara usando sus
mejores facultades personales para llevar esa parte a su fin sin estorbar o
perjudicar los fines del partido”.
“Con el método que propongo, compañeros, se
tomaría cada caso que llamara la atención de un miembro o de un grupo de
miembros del partido (y naturalmente, llamaría la atención como caso
particular), y se llevaría a un organismo que lo trataría y lo discutiría, pero
ya como caso general; general (fíjense bien) para todo un barrio o un municipio
o lo que sea, y al tratarlo y discutirlo como caso general, al tomar un acuerdo
sobre la manera de resolver ese caso, quedarían establecidas las formas de
aplicación del acuerdo en el sentido particular, es decir, su aplicación en
cada barrio, en cada municipio o en cada región del país”. La idea de hacer un
periódico Al llegar al punto de explicar cómo se pondría en práctica el método
que estaba proponiéndoles a los representantes del partido que integraban la
Conferencia Salvador Allende, lo dije así:
“No es lo mismo hacer una cosa en Bonao que en Santiago o que en la
Capital. Por ejemplo, anunciar un acto del partido que vamos a realizar en la
Capital requiere el uso de una cantidad de gente y de pasquines o afiches y de
vehículos, de medios de comunicación para ir de un barrio de la ciudad a otro
lejano, pero en Bonao la tarea queda cumplida con 50 personas; los compañeros
de Bonao pueden trabajar a pie porque no necesitan automóviles para recorrer
todo Bonao. Con esta explicación quiero decir que a la hora de aplicar un plan
que puede ser general porque debe ponerse en ejecución en toda la República,
tenemos que tomar medidas especiales, es decir, particulares, en cada lugar
donde vaya a ser aplicado. El plan es general, y sin embargo se aplica mediante
medidas particulares, porque unas se adaptan a la Capital y otras a Bonao; unas
se ajustan a Navarrete y otras a Santiago”. Ya había llegado el momento
apropiado para explicar cómo debería aplicarse una propuesta para que pasara
del nivel de lo general al de lo particular, y lo hice poniendo un ejemplo
destinado a ser comprendido por todos los presentes. El ejemplo fue éste: “El
compañero Enrique Mata dijo en esta conferencia que el partido necesita un
periódico. El compañero Enrique Mata ha debido proponerle esa idea a su
organismo, que es la Comisión Ejecutiva de Villa Riva, pero ni la Comisión
Ejecutiva ni el comité Municipal de Villa Riva pueden disponer la publicación
de un periódico del partido porque un periódico del partido no puede hacerse en
Villa Riva debido a que en Villa Riva no hay los elementos que se necesitan
para hacer un periódico del partido. De manera que lo que tienen que hacer esos
dos organismos es lo siguiente: la comisión Ejecutiva, llevar el problema al
seno del Comité Municipal, y éste, llevarlo más allá hasta que llegue al Comité
Político y del Comité Político pase al Comité Central. El Comité Central
estudiará la idea o la pasará al Comité Político o una comisión para que al fin
la propuesta de hacer un periódico sea estudiada desde un punto de vista
nacional; es decir, de lo particular la idea es pasada a lo general. Y si se
decide publicar el periódico, éste se publicará y será distribuido entre los
Comités Municipales del país para su venta, y los Comités Municipales lo
entregarán a los Comités de Base y a los núcleos de trabajo y los círculos de
estudio, y cada uno de esos organismos establecerá y pondrá en práctica su
manera particular de vender el periódico de acuerdo con las características de
cada lugar. Como ustedes pueden ver, la idea va de lo particular a lo general y
de lo general a lo particular vuelve en otra forma, pues de lo particular llegó
a lo general como la idea de hacer un periódico, y de lo general vuelve a lo
particular como un periódico hecho que tiene que ser vendido, porque todas las
cosas se transforman, compañeros; hay un proceso de transformación constante en
todas las cosas; lo que va de lo particular a lo general es una cosa, no
solamente en el caso del periódico sino en todos los casos, y lo que vuelve de
lo general a lo particular es otra cosa... es la idea del periódico convertida
en periódico, y lo que en Villa Riva fue una idea vuelve a Villa Riva para
provocar la formación de una organización del partido dedicada a vender la idea
de hacer un periódico convertida ya en periódico”.
Al comenzar este vigésimo segundo capítulo
de la serie destinada a hacer la historia del PLD me detendré unos minutos a
llamar la atención del lector hacia el hecho de que lo que estoy diciendo
acerca de la necesidad de crear un método de trabajo que se aplicara en todas
las actividades del PLD da la medida de la importancia que tuvo para nuestro
partido la Conferencia Salvador Allende, pues el acuerdo que se tomó en lo que
se refiere a la creación y la aplicación del método de trabajo que debía
adoptar el partido iba a ser de importancia capital en la vida del PLD. Su
aprobación fue no sólo el acta de nacimiento del partido sino además la razón
de ser de su rica vida interior, ésa que lo mantiene viviendo día a día gracias
al trabajo de todos sus miembros, un trabajo de la política dominicana. Lo que
se ha dicho en este párrafo explica la afirmación de que, aunque desde el punto
de vista estrictamente objetivo se diga que el PLD quedó fundado el 15 de
diciembre de 1973, lo cierto es que fue la Conferencia Salvador Allende la que
alimentó las raíces de nuestro partido.
Dicho lo que acaba de leer el lector paso a copiar de
nuevo lo que figura en el folleto dedicado a mi intervención en la mencionada
conferencia. Así, en la página 53 se leen las palabras que siguen: “Como ustedes ven, el caso del periódico
recorrerá todo el circuito que va de lo particular a lo general y de lo general
a lo particular, dejando en su camino en libertad de actuación (dentro del
interés del partido en tener y hacer circular un periódico) a todos los que le
dediquen al periódico del partido su atención, su interés y su tiempo, desde el
compañero Enrique Mata que tuvo la idea de que se hiciera hasta los que
escriban para él o lo vendan en las ciudades y en los campos; todos ellos
estarán en libertad de hacer cosas dentro de ese concepto general de ir de lo
particular a lo general y de lo general a lo particular; es decir, él (el
periódico) recibirá una noticia, la de que no hay agua en un sector del Norte
de la Capital, y esa noticia particular él la convertirá, al publicarla, en un
problema de interés general, de interés para todos los dominicanos que no
tienen agua de acueducto, no solamente para el interés de la gente de ese
barrio, y la devolverá convertida en noticia a todos los dominicanos que no
tienen agua o que se interesan en el problema de la alta de agua”.
Tras esas líneas pasé a explicar cómo
operaría el método de trabajo peledeísta, y lo dije de la siguiente manera: “El
método de trabajo que propongo a esta conferencia ha sido concebido o pensado
para ser aplicado en todos los organismos del partido y en todas las
circunstancias que se le presenten. Pero así como este método reclama que en
todas las tareas del partido se pase de lo particular a lo general y de lo
general se vuelva a lo particular, así mismo debe actuarse en sentido opuesto
con las experiencias de los trabajos que se realicen. Esas experiencias deben
trasladarse a todos los organismos del partido yendo de lo particular a lo
general con el propósito de llegar a la unificación de los métodos particulares
de hacer las cosas que hayan demostrado ser las mejores desde todos los puntos
de vista; es decir, si los compañeros de Bonao nos demuestran que ellos
ejecutaron de una manera buena la tarea de poner los pasquines o afiches porque
formaron un equipo de compañeros que salieron a las dos de la mañana, cuando no
hay nadie en las calles... y en cinco minutos pegaron todos los pasquines
(porque unos pasaban y pegaban el almidón en las paredes y otros iban detrás y
pegaban el cartel sobre ese almidón)... ese método debemos aplicarlo en todas
las ciudades que se parezcan a Bonao”.
El periódico
del Partido
Ahora hemos llegado al punto que se
refería, en mi intervención-resumen de la Conferencia Salvador Allende, a las
estructuras orgánicas del PLD, pero dado que se ha dedicado mucho espacio a la
propuesta de elaboración de un periódico del partido que había hecho Enrique
Mata, y dado además al hecho de que ese periódico empezó a salir con el nombre
de Vanguardia del Pueblo apenas tres meses después del día en que terminó la conferencia,
parece lógico que se le dedique atención a la historia del vocero del partido
que ha jugado un papel de mucha importancia en la vida del PLD.
Para iniciar la salida del periódico se
necesitaba dinero y de conseguirlo se ocuparon los compañeros Felucho Jiménez,
Carlos Armando Hernández y Franklin Almeyda que recaudaron, entre amigos, cerca
de 2 mil pesos, equivalentes a unos 10 mil de los de 1989; pero ese dinero no
se usó de inmediato; lo que se hizo tan pronto se contó con él fue crear algo
así como un curso de formación de periodistas formado con miembros del partido
como alumnos y con algunos amigos como profesores. Entre los últimos estaba
Félix Servio Ducoudray que en esos tiempos no era todavía miembro del PLD. A mí
me tocó explicar la historia del arte de la impresión desde que Johan Gutenberg
inventó la imprenta a mediados del siglo XV (15), su evolución hasta nuestros
días y además la necesidad de aprender a escribir artículos o informaciones en
un espacio determinado, o dicho de otro modo, en un número dado de palabras, lo
que dicho en otra forma equivalía a poner en práctica en la actividad
periodística que iba a iniciarse en el partido los principios que regían la
aplicación de los métodos de trabajo del PLD.
Vanguardia del Pueblo inició su vida como
periódico quincenal cuyo primer número salió en la quincena del 1 al 15 de
agosto de 1974; a partir del número 44, empezando con el 45, pasó a salir cada
diez días, y en el 75 inició la etapa de semanario que ha conservado sin haber
dejado de salir el día señalado ni una sola vez a pesar de que ha habido que
hacerlo en cuatro imprentas, la primera de ellas en la del diario El Nacional,
la segunda en la de El Sol; la tercera en la de La Noticia y la cuarta en la
editora Alfa y Omega.
A lo largo de sus casi quince años
Vanguardia del Pueblo ha tenido varios directores pero para hacerlo se ha
seguido el mismo método de trabajo que se creó desde sus inicios, naturalmente,
con las modificaciones que ha demandado su expansión, de la cual hablan los
números siguientes: en sus inicios, la tirada fue de 8 mil ejemplares y su
venta estuvo por debajo de esa cantidad; ahora la venta es de 60 mil, pero la
diferencia en el número de ejemplares vendidos no significa que se haya
cambiado el método de venta en ninguno de sus aspectos. El primero de ellos es
que la venta la hace el partido, no ninguna agencia que se vale de canillitas
para darles salida a los diarios comerciales, método que dejó de usarse sólo
dos veces, cuando tituló sus ediciones con el nombre de Álbum de la corrupción
y Segundo álbum de la corrupción, y en esas ocasiones tuvo las ventas más
grandes que ha conocido la historia del periodismo dominicano.
La unidad
peledeísta
¿Por qué la dirección del
partido no siguió vendiendo Vanguardia del Pueblo como lo hizo en las dos
ocasiones mencionadas? ¿No habría significado eso más difusión de las ideas y
el nombre del PLD así como más ingresos de fondos producidos por el aumento de
número de ejemplares vendidos? No siguió
haciéndolo porque los fines que se había propuesto el partido cuando decidió
publicar un periódico eran políticos, no económicos, y mucho menos caer en
hábitos que condujeran al partido a un terreno propio de empresarios
comerciales. El PLD es un partido, no un negocio, y Vanguardia del Pueblo fue
fundada con propósitos partidistas, para informar, formar y organizar en el
partido a sus lectores. Lo que significa informar lo dice esa palabra; esto es,
al lector de Vanguardia se le proporcionan informaciones de tipo político; en
cuanto al vocablo formar, su significado es darle formación política al lector,
propósito al cual se dedican los artículos de tipo político firmados por sus
autores, y el verbo organizar está usado de tal forma que una persona que no
sea peledeísta (en el sentido de miembro del PLD, no porque simpatice con
nuestro partido) no puede conocer su significado, pero lo comprenderá cuando
sepa que en el PLD hay varios tipos de organismos, y el primero de ellos en
orden jerárquico es el círculo de estudios que está compuesto por lo que podría
ser calificado de primer nivel de formación de miembros del partido, y aunque
hay numerosos peledeístas que desde hace tiempo tienen la categoría de miembros
que además de sus trabajos partidistas desempeñan el de distribuir Vanguardia
del Pueblo entre peledeístas y simpatizantes del PLD, la mayor cantidad de
distribuidores está compuesta por circulistas, y uno de los trabajos del
circulista es el de localizar compradores del vocero del partido a los cuales
deberá convencer de que además de leer el periódico deberán comprar boletos de
las rifas que el PLD hace a razón de dos por año, y por último tendrá a su
cargo convertir a sus lectores en cotizantes, palabra con la que se designan
las personas que mes por mes le dan al partido una contribución en dinero que
sea adecuada a sus posibilidades económicas.
Antes de seguir explicando en otros
aspectos cómo fue organizándose el PLD en forma totalmente diferente de lo que
fue el PRD considero necesario aclarar en la mente del lector las dudas que le
haya producido lo que he dicho acerca del método de trabajo que adoptó el
partido; y lo primero que debo decirle es que ese método de trabajo generó
muchos métodos, uno por cada actividad que inventaron los peledeístas, y en
todos los casos, esos métodos de trabajo que podrían ser calificados de
secundarios acabaron haciendo de cada miembro del partido un modelo político
que multiplicado por todos los peledeístas produjo la poderosa, la incomparable
unidad del PLD, algo que no se había conocido en la historia política de
nuestro país, pero tampoco en países semejantes al nuestro en su nivel de
desarrollo económico, social y cultural.
En alguno de los capítulos de este trabajo
quedó dicho que lo que le toca hacer a un miembro del PLD en Santiago se hace
exactamente igual en Barahona, pero debo decir que la semejanza en el
cumplimiento de las tareas políticas produce igualdad en el uso del lenguaje, y
los que hablan con las mismas palabras piensan con las mismas ideas Antes de
pasar a explicar de manera detallada cómo funciona eso de “ir de lo particular
a lo general para volver de lo general a lo particular” debo llamar la atención
del lector hacia una característica de Vanguardia del Pueblo en la cual es
posible que muchos de ellos no se hayan fijado. Me refiero al hecho de que en
el semanario del PLD no hay pases a otra página de lo que se va leyendo, lo
cual le economiza al lector tiempo y molestias porque a menudo los lectores de
los periódicos comerciales comienzan a leer algo que les interesa y tienen que
pasar a tal o cual página para enterarse de lo que se les ha empezado a decir,
y una vez terminada la lectura de ese tema deben volver a la primera página
para leer otra información que se les anuncia con un título atractivo, pero
también esa pasa a una de las páginas interiores, hecho que con frecuencia se
repite varias veces y no siempre con agrado del lector, sobre todo cuando éste
tiene que ocupar su tiempo en tratamiento o solución de problemas que hay que
solucionar rápidamente. En Vanguardia del Pueblo no hay pases a otra página de
lo que se va leyendo porque todo lo que se publica en ese órgano del PLD
termina en la misma página en que empezó, pero la capacidad para mantener un
periódico sin pases no cayó del cielo; hubo que formarla en cada uno de sus
redactores enseñándoles algo que no se aprende en las escuelas ni en las
universidades: el arte de dominar el número de palabras en que debe ser
expuesto determinado tema requiere del que escribe la creación y aplicación de
hábitos de disciplina que en el caso de los redactores de Vanguardia del Pueblo
quedaron definitivamente formados en los primeros cuatro meses de la vida de
nuestro vocero, pues en los números 2, 3, 5 y 9 hubo pases a razón de uno en
cada uno de los mencionados.
En cuanto al principio de “ir de lo
particular a lo general para volver de lo general a lo particular”, que ha sido
y sigue siendo, la fuente creadora de la sorprendente unidad del PLD pero al
mismo tiempo de su capacidad creadora —que es a su vez un producto de ese
principio—, para explicar su funcionamiento hay que explicar antes cómo está
organizado el partido, y la explicación del tipo de organización del PLD
requiere que el lector haga conciencia de que las raíces del PLD, es decir, sus
orígenes, estaban en el PRD, de manera que para crear un partido nuevo que se
formaría con hombres y mujeres de origen perredeísta era necesario tener
presente, en todo momento, las experiencias de lo que nos llevó a salir del PRD
para fundar el PLD, y la fundamental de todas esas experiencias era el fracaso
de los Círculos de Estudio que fueron establecidos en el PRD. Debido a ese
fracaso, a los seis meses de haber salido del PRD todavía no se había creado el
primer Círculo peledeísta. Fue en la primera reunión del Comité Central del PLD
celebrada después de haberse llevado a cabo la Conferencia Salvador Allende,
cuando propuse un plan de organización de los Círculos de Estudio, y recuerdo
que cuando hice la propuesta expliqué que los Círculos debían ser formados por
lo menos con cinco personas cada uno, pero que debíamos tener en cuenta que de
cada cinco circulistas acabarían yéndose tres, unos porque pasarían a vivir en
barrios lejanos de los que ocupaban y eso les haría difícil reunirse con sus
compañeros los días señalados, otros porque acabarían desilusionados de lo que
se les enseñaba y otros porque se desencantarían de seguir siendo miembros de
un partido como el nuestro, que en vez de ofrecerles las ventajas del poder los
ponía a estudiar.
Los Círculos de Estudio
En respuesta a lo que yo decía el compañero
Pantaleón Arias dijo que si de cada
cinco circulistas iban a desertar tres no valía la pena organizar Círculos de
Estudio, a lo que respondí diciendo que el Comité Central debía tomar en cuenta
que el partido que estábamos fundando tenía que ser formado por militantes, es
decir, hombres y mujeres conscientes de que todos sus miembros tenían que ser
misioneros de una nueva era política para el país; para cumplir esa misión los
nuevos peledeístas tenían que adquirir conciencia de cuál sería su misión, y
esa conciencia sólo podía ser formada en los Círculos de Estudio; además,
expliqué, los circulistas serán la zapata del PLD porque sobre ellos se
construirá el partido; y a seguidas agregué. “Observen, compañeros, que de cada
dos circulistas saldrán cuatro miembros del partido; de cada cuatro saldrán
ocho; de ocho saldrán dieciséis; de dieciséis saldrán treinta y dos, de treinta
y dos, sesenta y cuatro; de sesenta y cuatro ciento veinte y ocho; de ciento
veinte y ocho, doscientos cincuenta y seis; de doscientos cincuenta y seis
quinientos doce, de quinientos doce mil veinte y cuatro”.
Yo iba
doblando los números de los futuros circulistas del PLD porque tenía conciencia de que lo que nos
esperaba era una lucha larga; lo sabía debido a que fui miembro del PRD durante
treinta y tres años, de los cuales más de treinta y dos fueron dedicados a una actividad política de
oposición, de ellos, veinte y uno a la tiranía trujillista, dos al gobierno del
Consejo de Estado, dos al de los golpistas de 1963 y al de Héctor García Godoy
y el resto a ocho de los gobiernos balagueristas, y al hablar en términos de
tiempo largo sin especificar cuantos años debíamos dedicar a la tarea de
construir un partido nuevo, nunca antes visto en el país, pero tampoco en otros
países de América, convencí a los compañeros miembros del Comité Central porque
ninguno de ellos defendió la posición de José María Pantaleón cuando éste se
puso de pie y dijo: “Ya está bien, compañero. Retiro lo que había dicho”.
Esa
retirada del compañero Pantaleón equivalió a una aprobación de mi propuesta y
por tanto quedó afirmado el plan de construir el partido a partir de los
Círculos de Estudio, y en el plan de organización de los Círculos la parte final
consistía en lo siguiente: para pasar a miembro de un Comité de Base, que era
el organismo fundamental del partido, el circulista que había terminado sus
tareas tenía que formar un Círculo de Estudio que él pasaría a asesorar. Ese
paso de circulista a miembro de un Comité de Base y asesor de un Círculo de
Estudio convertía a los circulistas en los reproductores del partido, cada uno
de ellos era una semilla que reproducía la planta o el árbol del cual había
sido parte, y para cumplir ese papel a cabalidad cada uno de ellos tenía que
conocer en conjunto y en detalle todos los métodos de trabajo del partido, no
sólo los que habían sido creados sino también los que iban creándose.
Un
método de trabajo era un plan que se le ocurría a un miembro de un Comité de
Base y se lo proponía a sus compañeros
del Comité. Si su Comité lo aprobaba debía ponerlo en práctica y la
práctica decía si debía ser modificado o no; una vez probado, con o sin modificación, el
Comité de Base se lo proponía a su Comité Intermedio, que había sido
formado mediante elección de todos los
Comités de Base de un lugar dado, por
ejemplo, un barrio de la Capital o de Santiago o el Comité Municipal de San Cristóbal o Baní.
Los métodos de
trabajo
Si el lector se da cuenta de que la idea de
un plan de trabajo, de una actividad
nueva que nació en la cabeza de un circulista
o de un miembro de un Comité de Base pasó a un organismo superior, el llamado Comité Intermedio o un
Comité Municipal, se dará cuenta también
de que esa idea partió de lo particular,
es decir, de una persona, y empezó a moverse hacia lo general; en el primer
caso, lo general, para el partido, era,
en primer lugar, el formado por los miembros del Comité de Base al cual
pertenecía el autor de la idea, porque para el
compañero que propuso esa idea lo general era el número de los miembros de su Comité de Base, y para ese
Comité de Base lo general pasó a ser la
suma de los Comités de Base de su Comité
Intermedio, el cual puso en acción en todos sus
Comités de Base lo que le había propuesto uno de ellos. Es posible que el Comité de Base del autor de
esa idea la modificara al ponerla en práctica y la sometiera al Comité
Intermedio ya modificada; pero también
es posible que uno o dos o tres Comités de Base de ese Intermedio le
introdujeran modificaciones a esa propuesta, la cual, una vez aprobada por
el Comité Intermedio con esas
modificaciones, pasaría a la dirección del partido ampliada, y ya con esas
modificaciones o ampliaciones la
dirección nacional ordenaba su aplicación
en todo el país y en las seccionales del exterior, lo que equivale a decir que la idea propuesta por un miembro
del partido en un barrio de la Capital o
en Villa Altagracia o en San Francisco de Macorís fue llevada del lugar de su
origen, o dicho de otro modo, de lo particular, a todo el partido, esto es, a
lo general, y al ser puesta en práctica en cada uno de todos los Comités de
Base que tiene el PLD, volvió de lo general a lo particular, con lo cual se
cumplió el circuito que recorren en el PLD todas las ideas que surgen de la
cabeza de sus miembros.
¿Quién conoce un
partido político en el que se respete la capacidad creadora de todos y cada uno
de sus miembros como se respeta en el PLD?
Al terminar el mes de diciembre de 1977 decía
yo, en un folleto de la Colección Estudios Sociales, usado en los Círculos de
Estudio, el titulado Base teórica de los métodos de trabajo: “Para evitar que
cada peledeísta piense por su lado, lo cual significa que un día acabarán
haciendo lo que a cada uno le dé la gana y no lo que le convenga al partido,
había que establecer métodos de trabajo para todos los peledeístas, pero esos
métodos tenían que responder, a su vez, a un método, que por su parte debía ser
imaginado partiendo de conocimientos prácticos acumulados mediante el
cumplimiento de las diferentes tareas que debía llevar a cabo el partido; y eso
hubiera requerido que el partido tuviera a su disposición experiencia de
trabajos que todavía no había realizado”. En la página 7 de ese folleto se dice: “...el
partido acertó a echar en roca firme la base teórica de sus métodos de trabajo,
y fue en esa base teórica donde se apoyó la clave para que el partido quedara
en capacidad de proteger el don creador de sus miembros, con lo cual abrió un
camino seguro para que cada uno de ellos pudiera enriquecer al partido con el
aporte de sus ideas”.
En el capítulo XXIII de esta serie me
referí al folleto de la Colección de Estudios Sociales titulado Base teórica de
los métodos de trabajo, y de él copio a seguidas los siguientes párrafos: “El
partido vive creando métodos de trabajo. El partido creó un método para hacer
el periódico y otro para distribuirlo, y por eso Vanguardia del Pueblo no se
parece a ningún periódico ni en la forma en que está presentado ni en la forma
en que está escrito ni en la forma en que se distribuye; el partido creó el
Esfuerzo Concentrado y el método de llevarlo a cabo; creó las Tertulias de
Vanguardia y el método para realizarlas; creó la Unificación de Criterios con
vistas a mejorar las tareas educativas y después fue extendiendo ese método a
otras actividades y hoy lo aplica en todos los trabajos y especialmente allí
donde la práctica indica que hace falta reforzar algunos aspectos de la
preparación teórico-práctica de uno o más compañeros”.
“Esos métodos, y los que no mencionamos
aquí para no hacer este artículo más largo de lo necesario, deben ser
aplicados, como hemos dicho de manera sistemática, punto por punto y siempre en
la misma forma aunque tomando en cuenta las diferencias de circunstancias que
hay de lugar a lugar, de medio social a medio social, de condiciones políticas
a condiciones políticas”.
La condición indispensable para que
pudieran crearse y aplicarse los métodos de trabajo del partido era que el
miembro del PLD fuera al mismo tiempo él y algo más. ¿Qué quería decir “algo
más”? La respuesta a esa pregunta está en el siguiente párrafo del folleto Base
teórica de los métodos de trabajo, que figura en la página 6; dice así: “Una
persona no puede dividirse físicamente porque dejaría de existir. De ahí viene que el hombre se
llame individuo, voz que el pueblo dominicano usó mucho y durante mucho tiempo.
Pero al mismo tiempo que es indivisible,
el individuo es parte o partícula de algo más grande que él. En el caso que
estamos tratando, que es el del hombre político, el individuo es al mismo
tiempo un ser indivisible y una parte de algo mayor, y en el PLD ese algo mayor
es el organismo al cual pertenece el peledeísta. Como partes de un organismo,
las mujeres y los hombres del PLD hacen su vida política dentro del organismo
al cual pertenecen; a él le dan la fuerza de sus ideas, de su trabajo, de su
entusiasmo; pero al relacionarse con otro organismo donde están organizados otros peledeístas,
quien habla o actúa por un peledeísta es su organismo. Es el organismo al cual
pertenece un miembro del partido, no ese miembro, el que lleva a los demás organismos,
y a través de ellos al cuerpo entero del partido, las ideas, las experiencias y
los conocimientos que ha adquirido cada peledeísta”; y a seguidas de ese
párrafo había otro en el cual se explicaba que “El individuo funciona en el PLD
dentro de su organismo, pero es la suma de los organismos, no de los
individuos, lo que hace funcionar al partido. El partido respeta de manera
religiosa las esencias más profundas de la personalidad de sus miembros, pero el individuo peledeísta
debe ponerse a la altura del partido respetando el derecho de éste a
protegerse, y proteger a sus miembros de los errores o de las malevolencias que
pongan en peligro la delicada relación de la parte con el todo y del todo con
la parte que se logró establecer en el PLD”.
Sociedades diferentes
El folleto titulado Base teórica de los
métodos de trabajo fue escrito al finalizar el mes de diciembre de 1977, y
cuatro meses después se escribió el titulado Los métodos de trabajo y en él se
decía: “Para que dé los resultados que se buscan, todo trabajo tiene que ser
eficiente, o si se prefiere que lo digamos de otra manera, tiene que ser bien
hecho, ejecutado en la menor cantidad de tiempo, con el menor gasto de energía
y con el más bajo costo de dinero. En esos aspectos, el trabajo que se lleva a
cabo en una industria no es diferente del que se lleva a cabo en un partido
como el PLD; lo que son diferentes son los beneficios que deja ese trabajo,
pues en la industria, si es la de un país capitalista, se persiguen sólo y nada
más beneficios en dinero, y en el caso del PLD se busca el desarrollo del
partido a través del desarrollo teórico y práctico de sus miembros como medio
necesario para alcanzar los fines que nos proponemos, que son fines puramente
políticos y de provecho para el pueblo”.
En ese folleto se decía que “Nada es tan
malo que no deje algo bueno y nada es tan bueno que no tenga aspectos malos, y
en su camino hacia un porvenir mejor el hombre ha avanzado porque ha aprendido
a rechazar en cada momento de la Historia la parte mala de lo que es bueno y a
aprovechar la parte buena de lo que es malo, y lo ha aprendido no porque lo
haya querido sino por necesidad, pues si no hubiera desarrollado la capacidad
de distinguir entre lo que le beneficia y lo que le perjudica, el hombre
estaría todavía en la edad de piedra. Eso es lo que explica que al mismo tiempo
que ha luchado contra un régimen social y político que necesitaba destruir, ha
usado los métodos de trabajo de ese régimen para hacerse más eficiente en su
lucha”.
En otro párrafo se decía: “Los métodos de
trabajo son una parte tan importante de la vida social que sin ellos no podría
funcionar ningún sistema; y además cada sistema inventa los suyos basándose en
los que había puesto en funcionamiento la sociedad anterior. La sociedad
esclavista de Roma funcionaba a base de amos arriba, esclavos abajo, y al
servicio de los amos, mayorales que tenían el encargo de obligar a los esclavos
a producir. Partiendo de la existencia de ese tipo de organización, el sistema
feudal inventó el gremio, que en el más alto punto de desarrollo del feudalismo
fue la columna vertebral del sistema. El gremio estaba compuesto por el maestro
arriba, los aprendices abajo y en el medio oficiales cuya misión era convertir
los aprendices en buenos artesanos. El gremio representó un enorme paso de
avance en relación con la sociedad esclavista, porque aunque el aprendiz fuera
explotado como lo era el esclavo, este último era una propiedad de su amo, que
lo había comprado y podía venderlo como se compra y se vende un animal o un
mueble, y el aprendiz no era propiedad de su maestro, y si es verdad que éste
podía castigarlo hasta golpeándolo, no estaba autorizado ni por la ley ni por
las costumbres para darle muerte. En la sociedad actual el lugar del maestro
vino a ser ocupado por el capitalista, el de los oficiales por capataces y el
de los aprendices por obreros, y en el tipo de capitalismo más desarrollado, no
en el de la República Dominicana, los obreros se organizan en sindicatos que
tienen la misión de dirigir la lucha de los trabajadores para conseguir mejores
salarios y condiciones de vida, algo que no podía siquiera conocerse en la
sociedad feudal”.
El método, vía
para llegar a la meta
A seguidas pasaba a explicar que “Un
partido que se haya fijado una meta como la que persigue el PLD tiene que poner
en ejecución los métodos de trabajo más avanzados que estén al alcance de la
sociedad en que ese partido funciona, porque debemos aclarar que los métodos de
trabajo inventados por la sociedad capitalista en sus modelos norteamericano o
japonés no pueden servirles a los esquimales del Polo Norte ni a los indígenas
que viven en las selvas brasileñas. Si los métodos de trabajo corresponden a
una sociedad más atrasada que la nuestra, no nos servirán para impulsar el
desarrollo político de los peledeístas, y si son más avanzados que el medio
dominicano estarán por encima de la capacidad de comprensión de nuestro pueblo,
lo que haría muy difícil la enseñanza de esos métodos en nuestro país. No hay
que olvidar que el PLD lleva a cabo sus tareas actuando en el seno del pueblo y
por esa razón los métodos de trabajo deberán ser elaborados tomando en cuenta los hábitos y las ideas de cada una de
las clases que componen la sociedad dominicana. Por eso, para determinar de
manera objetiva si un método de trabajo es adecuado al medio nacional, la
dirección del PLD ha establecido como norma que la bondad de los métodos de
trabajo debe ser determinada probando cada método en la práctica”.
Es posible que algunos de los lectores de esta
historia del PLD piensen que se le está dando mucho espacio a la creación y
aplicación de métodos de trabajo propios de nuestro partido y poco a relatos de
hechos relacionados con el partido, y de ser así debo decir que en la vida del
PLD no hay nada que tenga más importancia que su capacidad para crear y aplicar
métodos de trabajo, porque ha sido esa capacidad lo que ha hecho del partido
una organización política suigéneris no sólo en la República Dominicana sino en
América.
En el folleto Los métodos de trabajo
decíamos que en el caso de un partido político esos métodos se crean partiendo
de las bases teóricas que nos proporcionan las ciencias sociales, y eso quedó
dicho así: “Cuando se elige un metal para fabricar la parte externa o de afuera
de un avión se conocen de antemano, mediante experimentos hechos en
laboratorios especializados, las condiciones de resistencia al calor y a la
fuerza de los vientos que tiene ese metal, pero cuando se echan las bases teóricas que deben seguir los métodos de trabajo
de un partido político no disponemos de laboratorios que nos aseguren que tal o
cual parte de un método va a dar el resultado que esperamos de él, y tenemos
que esperar lo que nos diga la realidad cuando ese método sea puesto en
práctica, es decir, cuando la idea abstracta en que se basó ese método sea aprobada
por
el resultado que dé”.
Al llegar a
ese punto y aparte surgía la pregunta:
“¿Pero qué es
un método?”
A la cual seguía la respuesta, que fue
ésta: “Es el conjunto de pasos que deben darse o de medidas que deben ser
tomadas en el proceso de ejecución de un plan”. Todos los planes se elaboran y se ejecutan
para alcanzar metas, pero las metas no pueden lograrse si no se aplican métodos
que permitan alcanzarlas, y la relación entre meta y método es tan estrecha que
la palabra método significaba en su origen “vía o medio o manera de llegar a
una meta”.
Es posible que a algunos lectores
les haya parecido extraño que se le dedicara tanto espacio a la explicación de
lo que son y cómo funcionan los métodos de trabajo del PLD y no se les haya
dicho nada de cómo está organizado el partido. Para los que están pensando así,
si es que los hay, comienzo este capítulo diciendo que la forma en que quedó
organizado el PLD está descrita en sus
estatutos, cuya versión final fue aprobada por el Comité Central el 28 de
agosto de 1979, es decir, cinco años después de haberse llevado a cabo la
conferencia Salvador Allende. En esos estatutos, a seguidas del epígrafe “De
los miembros y aspirantes”, que comienza con el artículo 3, se dice: “Para
ser miembro del Partido se requiere: a) Haber sido aspirante; b) estar
organizado como miembro pleno o adscrito en un Comité de Base; c) demostrar conocimiento
de la doctrina del Partido, capacidad de estudio y asimilación del material
educativo; capacidad de militancia, cumplimiento de las tareas del Partido;
aceptación consciente de la disciplina del Partido; coherencia entre la vida política
y la vida privada, y respaldo constante al sostenimiento del Partido pagando mensualmente
la cuota fijada. Podrán adquirir esa categoría por acuerdo del Comité Político
aprobado por el Comité Central las personas que hayan realizado trabajos extraordinarios
en favor del Partido”. El artículo 4 de esos estatutos explica que “Para ser
aspirante a miembro del Partido se requiere haber sido aceptado como miembro de
un Círculo de Estudios, en donde se deberán demostrar las condiciones señaladas
en la letra del artículo anterior” (y de paso diré que yo no participé en la
redacción de los estatutos del PLD, pues de haber tomado parte en su redacción
me habría opuesto al uso de la forma adverbial “en donde” porque un Círculo de
Estudios no es un lugar sino un conjunto de personas que se reúnen para
estudiar los textos que forman el material de estudio de los Círculos).
(Continuara con la cuarta entrega)
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Bosch cuenta la historia PLD (2da entrega de 5)
Historia del PLD
Bosch y Fidel |
Ni Peña Gómez ni ninguno de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PRD se dieron cuenta de cuál era mi estado de ánimo, y por ignorarlo varios de ellos se quedaron petrificados cuando en la reunión del 14 de noviembre de 1973, al lanzarse Peña Gómez contra mí en lenguaje irrespetuoso y con la mirada cargada de odio respondí sin palabras, poniéndome de pie y saliendo del pequeño salón en que se reunía el Comité Ejecutivo Nacional. Salí de allí y del PRD para siempre, y a los cuatro días de eso hice llegar a los periódicos la noticia de que había renunciado a la presidencia y a la militancia del Partido Revolucionario Dominicano.
Dos días después de haber hecho pública mi renuncia a la membresía del PRD nos reunimos en la casa de Franklin Almeida doce personas. Allí propuse la formación de un partido que se llamaría de la Liberación Dominicana y que se organizaría en forma diferente al PRD, a partir del establecimiento de Círculos de Estudios. Esa reunión terminó acordando que cada uno de los presentes convocaría a amigos y miembros del PRD que hubieran dado demostraciones de apoyo al propósito de fundar un partido distinto al PRD para que se reunieran en mi casa, la misma en que hoy están las oficinas de la presidencia del PLD; de esa reunión salió el acuerdo de celebrar un congreso de fundación del nuevo partido. Los que se reunieron en mi casa, que no pasaron de treinta personas, acordaron que el Congreso llevaría el nombre de Juan Pablo Duarte y se llevaría a cabo el 15 de diciembre. Al acuerdo se le hizo publicidad y el día señalado unas sesenta y cuatro personas, que en realidad no formaban un congreso porque no eran delegados de nadie, aprobaron la propuesta de dejar fundado el Partido de la Liberación Dominicana y eligieron su primer Comité Central, su presidente —que fui yo— y su secretario general —que fue Antonio Abréu—. El Comité Central tenía veintiún miembros y eligió cinco de ellos para formar el Comité Político.
En realidad, el Comité Central era tal vez la tercera parte de la totalidad de los miembros del partido, y se reunía en el local que había sido la Casa Nacional del PRD, la misma que catorce años después el PLD compraría a sus dueños pagando por ella 250 mil pesos, pero pesos del año 1987, que tenían un valor dos veces superior al actual.
Nosotros éramos un grupo pequeño de militantes de un partido que no tenía el menor peso en la sociedad dominicana, (…) que aunque su congreso de fundación se llevó a cabo el 15 de diciembre de 1973, todavía a mediados de marzo del año siguiente el PLD no era un partido sino un proyecto de partido tratado como tal por grupos partidistas tan mínimos como él. Eso que se acaba de decir está documentado en la primera de las publicaciones del PLD, un folleto de 24 páginas del cual se tiraron 5 mil ejemplares que se venderían a razón de 20 centavos cada uno para recaudar fondos con que pagar la impresión de ese folleto y cubrir algunos gastos, como los de agua y luz de la Casa Nacional.
El folleto aludido se tituló Posición del PLD ante la situación política Nacional, y en él aparecía lo que dije el 2 de abril de ese año, a nombre del Comité Político del partido, en la tercera reunión del Comité Central, o por lo menos de algunas partes de ese resumen, les deja a los lectores una idea clarísima de las razones que justifican el abandono del PRD y la creación del PLD, pero al mismo tiempo en ese resumen quedaron pruebas de que el recién nacido PLD no iba a ser un partido caudillista ni cosa parecida.
Mi resumen de la tercera reunión del Comité empezó así: “Voy a referirme a lo que dijo el compañero Norge Botello. El compañero Norge Botello dijo que la línea política que hemos estado siguiendo ha sido buena, pero que el Partido no la ha aplicado con métodos correctos; dijo que estamos reproduciendo al PRD dentro del PLD; que no tenemos el tipo de organización que se necesita para aplicar nuestra línea política. Hay algunos compañeros que más o menos han coincidido con el compañero Botello, y a propósito de esas opiniones quiero comenzar esta exposición contando una conversación que tuve anoche en el seno del Comité Político. El Comité Político se reunió anoche para estudiar la agenda de esta reunión y tomar acuerdos sobre lo que íbamos a decir aquí, y entre otras cosas hablamos de la forma en que iban a hacerse públicas las conclusiones a que llegaríamos. Algunos pensaban que yo debería hablar por radio dando esas conclusiones y otros pensaban que el documento que escribiéramos esa noche debería darse inmediatamente a los periódicos, y yo les decía a los compañeros que esos métodos no eran apropiados para nuestro partido. Mientras estuvimos en el PRD yo le hablaba al pueblo por radio y mucha gente se enteraba de lo que yo decía, probablemente más de un millón de dominicanos oían mis discursos y muchos miles leían esos discursos en los periódicos que los publicaban, pero en realidad yo no le señalaba al pueblo líneas políticas, lo que hacía eran comentarios de tipo político, que es cosa diferente de señalar líneas políticas. Y no señalaba líneas políticas porque no teníamos un partido que pudiera poner en acción esas líneas. Ese partido, el PRD, se quedaba en su casa, satisfecho con lo que yo había dicho, y sus miembros a lo sumo repetían en las calles y en las oficinas lo que yo había dicho, propagaban mis palabras, pero no las convertían en hechos”.
Se necesitaban militantes
El resumen seguía así: “Aunque nosotros hacíamos esfuerzos para convertirlo en otra cosa, el PRD era un partido populista, uno de esos partidos en los cuales los líderes son dirigidos por el pueblo en vez de ser al revés. Mientras estuvimos en el PRD nosotros no dirigimos al pueblo; al contrario, el pueblo nos dirigía a nosotros. Parecía que nosotros lo dirigíamos y nosotros lo que hacíamos en realidad era decirle al pueblo algunas cosas, pero el pueblo no hacía nada, quienes hacían lo que debía hacerse éramos nosotros”.
Cuatro o cinco minutos después me adelanté a explicar el método que debía seguir el partido para hacer llegar a las masas sus criterios, el mismo método que se le aplicaría un año y cinco meses y medio después a la distribución del periódico que iba a llamarse Vanguardia del Pueblo, ése que viene aplicándose con excelentes resultados hace catorce años y ocho meses.
Lo que dije entonces fue lo siguiente: “Por ejemplo, anoche, como les iba diciendo, discutimos lo que iba a hacerse con el documento que saldría de esta reunión, y llegamos a la conclusión de que la manera de comunicarle lo tratado al partido (no al país sino al partido) era a través de un folleto que el partido vendería. La venta del folleto fortalecerá al partido ideológica y orgánicamente; primero, porque los miembros del partido deberán leerlo, estudiarlo, discutirlo entre sí para estar en condiciones de hacerle propaganda entre la gente a quienes irán a vendérselo; y segundo, porque la venta es un trabajo, una actividad que sacará a los miembros del partido de sus casas y los pondrá en contacto con el pueblo y en la medida en que un peledeísta mantenga contacto con 15, con 20, con 25 personas que no sean miembros del partido pero que pueden convertirse en simpatizantes del partido, en personas que compren nuestras publicaciones y las lean y las discutan, en esa medida ese peledeísta acabará teniendo influencia sobre un círculo de gente; tendrá contacto permanente con ellas, las visitará, y a la hora de movilizar el pueblo podrá sacarlas a las calles, o podrá sacar a una parte de ellas a las calles; es decir, ese peledeísta que comience vendiendo nuestras publicaciones puede y debe acabar siendo un agente del partido ante un grupo determinado de gentes del pueblo a quienes él conocerá, y al mismo tiempo podrá transmitirnos a nosotros lo que esas personas piensen, la forma en que vivan y sus aspiraciones, cosa que nos permitirá conocer bien a qué aspiran, qué desean”.
A seguidas decía: “...estoy de acuerdo en que debemos cambiar los métodos de trabajo; debemos convertir el PLD en un partido de militantes, militantes que muevan a la gente, que estén siempre en contacto con la gente, que extraigan todos los días de esa gente alguna forma de apoyo al partido, sea un apoyo económico (a través de cosas que valen 10 ó 20 centavos como lo han hecho los compañeros del Comité Intermedio José Martí, de Cristo Rey, según nos explicó hace un rato el compañero Taveras) o sea un apoyo político, de tipo moral. Efectivamente, nosotros tenemos que crear nuevos métodos de trabajo porque tenemos que hacer del PLD un partido diferente del PRD. El PLD tiene que ser un partido de militantes, no de simpatizadores; tiene que ser un partido que haga cosas, no que se conforme con oír opiniones. Necesitamos que el PLD sea una fuerza viva; una fuerza que al mismo tiempo actúe sobre el pueblo y se apoye en el pueblo, y de esa manera le llevará al pueblo nuestros planes y nos traerá a nosotros las inquietudes del pueblo”.
En realidad, yo no debía decir que teníamos que crear nuevos métodos de trabajo porque en el PRD no se seguía ningún método de trabajo, es más, ni siquiera sabían los líderes del PRD qué significaban esas cuatro palabras. Yo debí haber hablado de métodos de trabajo, que debían crearse para ser aplicados en el PLD dado que fue precisamente la no aplicación de esos métodos en el PRD lo que me llevó a pensar, cuando vivía en París, en la necesidad de crearlos para transformar al PRD en un partido distinto de lo que era.
La creación y aplicación de métodos de trabajo es una actividad muy importante, de primerísima importancia en todas las organizaciones humanas. Pensando en cómo hacer del PRD un partido distinto de lo que era, sentado en el comedor de la casa que ocupaba en París por gentileza de Héctor Aristy, recordé de súbito que cuando tenía nueve o diez años, estando en misa en la iglesia de mi pueblo me di cuenta de que todos los sacerdotes hacían los mismos gestos, exactamente iguales, cuando se preparaban para dar a los feligreses la comunión y también cuando les ponían en la boca el símbolo del pan, y pensando en cuántos serían los sacerdotes católicos que en todo el mundo harían los mismos movimientos en un mismo día mi imaginación saltó de pronto a la disciplina militar, que era una sola para todos los soldados y oficiales de los países que yo conocía, y me pregunté a mí mismo por qué eso no sucedía en los partidos políticos a pesar de que todos, como todas las organizaciones humanas, tenían o necesitaban tener líderes. El conocimiento de que tanto la Iglesia Católica como los ejércitos tenían siglos de vida me llevó a pensar que los partidos eran relativamente pasajeros porque no aplicaban métodos de trabajo en sus actividades, y de pronto, tal vez una semana, tal vez diez días después me dije a mí mismo que los partidos fascistas de Italia y nazi de Alemania habían creado y aplicado métodos de trabajo que desaparecieron con ellos cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, pero luego, analizando esos dos casos llegué a la conclusión de que los métodos autoritarios que se habían puesto en vigor en Italia y Alemania no podían sobrevivir a los Estados que nos crearon pero los que se formaran y se aplicaran en el PRD serían perdurables porque serían democráticos.
Curiosamente, el primer método de trabajo que se conoció y se aplicó en el PLD fue creado mientras estábamos en el PRD, y naturalmente no se aplicó en ese partido porque no se creó el método que debía seguirse para convertir un método creado por un miembro del partido en método adoptado por todo el partido. Esto que acabo de decir puede parecerles a muchos lectores una jerigonza (lenguaje complicado y difícil de entender), pero todos los peledeístas saben que no lo es porque el PLD tiene un método de trabajo que se aplica para convertir un método creado por un peledeísta en método puesto en ejecución por todo el partido, eso que en el PLD se explica diciendo que “va de lo particular hacia lo general y de lo general vuelve a lo particular”. El que fue creado y no fue aplicado mientras estábamos en el PRD fue el denominado “unificación de criterios”, que acabó siendo el más aplicado en el PLD, y su inventor, el compañero Manuel Ramón Taveras, le puso ese nombre en el momento mismo en que lo inventaba delante de mí. Se trataba de aplicar un reglamento para estudiar el primer folleto de Estudios Sociales que había escrito yo al comenzar el mes de agosto de 1970, es decir, el que iba a inaugurar los trabajos de los Círculos de Estudios.
La adopción de métodos de trabajo es una necesidad para toda agrupación humana porque lo que identifica entrañablemente a hombres y mujeres es reconocerse como miembros de un mismo conjunto de personas, y ese reconocimiento es producto de la unidad de pensamiento y acción de los que forman el conjunto, lo mismo si se trata de una institución religiosa que de una militar o política. Cuando al cumplir cualquier tarea dos o tres o cien personas la llevan a cabo hablando el mismo lenguaje y ejecutando los mismos movimientos, todas ellas se reconocen como miembros de una misma organización aunque no se hubieran visto en toda su vida.
Los estatutos de un club o de un partido político determinan cómo debe comportarse cada una de las personas que son partes de esos grupos, pero no señalan la forma que se adoptará para poner en práctica ese comportamiento, y aunque a cierta gente le parecerá escandaloso lo que voy a decir, lo que le da sustento a la disciplina de los miembros de una organización no es el cumplimiento de lo que se declara en sus estatutos; es la unidad en la manera de hacer o aplicar las actividades que lleva a cabo su organización, y para lograr esa unidad es indispensable crear métodos de trabajo para cada tarea.
Los políticos dominicanos son tan atrasados como la sociedad en que se han formado y se mueven, su atraso explica que algunos de ellos describan la disciplina de los peledeístas como el resultado de una tiranía brutal que los mantiene aterrorizados; y para darle sostenimiento a esa mentira le llaman caudillo al presidente del PLD, pero caudillo feroz, de esos que se hacen servir en copas de cristal de bacarat la sangre de los que mandan matar. Ninguno de los dirigentes de esos partidos se dan cuenta de que la disciplina consciente, la que está alimentada por la decisión afirmativa de cada miembro de un conjunto de seres humanos, es la que brota de manera natural de la aplicación de métodos de trabajo iguales para todos los que forman la membresía del conjunto humano que los ha adoptado. Por esa razón, la disciplina de los peledeístas es una fuerza sana, positiva, un poder por sí sola, como no se había conocido en la República Dominicana fuera de las comunidades religiosas y de la escuela hostosiana, destruida de mala manera por la dictadura de Trujillo.
He insistido en el tema de los métodos de trabajo para que el lector se dé cuenta de que a los tres meses y medio de haber sido fundado el PLD no era todavía un partido sino un proyecto de partido que carecía de un plan orgánico sobre el cual formarse y desarrollarse, pero que aun así era ya, por lo menos en intención, diferente del PRD. En el PRD nadie pensó en la necesidad de crear métodos de trabajo elaborados y aplicados para asegurar la unidad de su membresía, y eso, que la vida de ese partido era larga, tan larga que en 1974 cumpliría 35 años. Tampoco había en el PRD conciencia de cuál era la composición social de las masas dominicanas, y había que evitar que esa ignorancia se reprodujera en el PLD; por eso en la larga intervención que fue mi discurso del 2 de abril de 1974 les expliqué a los compañeros que participaron en la tercera reunión del Comité Central del PLD que la población dominicana era mayormente pequeñoburguesa, y que esa enorme abundancia de pequeños burgueses se debía “al escaso desarrollo nacional, porque cuando en un país clasista (y sólo hay países clasistas en el sistema capitalista) no hay desarrollo, suficiente desarrollo, lo que más abunda es la pequeña burguesía, especialmente en sus estratos más bajos...”.
Un partido capaz, organizado, efectivo
Ese argumento fue ampliado con la explicación siguiente: “La baja pequeña burguesía nuestra, que no tiene oficio, que no tiene destino, que no tiene trabajo, no encuentra qué hacer y se va a Nueva York (porque a Nueva York no van a vivir los capitalistas ni los oligarcas y ni siquiera los proletarios) en busca de medios de vida; esa pequeña burguesía se mete en los partidos porque en ellos encuentra una salida para su vida sin horizontes. Es natural que en un país capitalista de escaso e insuficiente desarrollo capitalista, la política se convierta en un negocio más, un negocio para pequeños burgueses, que son los que montan ventorrillos políticos o pasan a dirigir la mayoría de los partidos”.
En esa reunión del Comité Central peledeísta varios compañeros se refirieron, condenándola, a mi decisión de salir sin hablar del mitin del 17 de marzo (1974); y me referí diciendo: “El compañero Botello dijo que él creía que si en ese mitin hubiera habido 80 ó 100 mil personas yo no me habría retirado”, y al responderle dije lo siguiente: “En la vida política de un país tan escasamente desarrollado como éste hay momentos en que debe hacerse lo que hice el día 17 de marzo y hasta cosas peores. Sé que hay gente que se ha desalentado con esa actitud mía, pero eso no tiene que preocuparnos más de la cuenta. El desaliento es natural en una sociedad predominantemente pequeñoburguesa como es la nuestra. ¿Qué esperaba de mí ese día la gente que se desalentó porque me fui del mitin sin hablar? Sin duda esperaba que yo le presentara una salida al problema nacional y entre los que estaban allí debía haber varios que necesitaban que le presentaran esa salida porque esa salida iba a ser no sólo la del país sino también, y sobre todo, la de ellos, la de cada uno de ellos; la salida de la situación de angustia y miseria en que se hallan. Esperaban que yo iba a ofrecerles la solución de sus problemas; que yo iba a dar en ese mitin la fórmula mágica que les permitiría vivir mejor. Y resulta que los que esperaban eso de mí son personas políticamente atrasadas. Pequeña burguesía sin horizonte en la vida, que no tiene posibilidad de trabajar porque no van a hacerlo como proletarios y al mismo tiempo les es difícil hacer una profesión en un país donde sólo hay una universidad pública, y en esa universidad pública hay 23 mil estudiantes y ya no queda lugar para otros”.
Esas palabras fueron rematadas con éstas: “Hablemos con franqueza, compañeros: Esa no es la gente que debe preocuparnos; ésa no es la gente que necesita el PLD. No nos dejemos engañar por la falsa popularidad. Lo que tenemos que hacer es un partido menos popular, pero más efectivo; más capaz, mejor organizado, que tenga mejores métodos de trabajo. Solamente un partido así puede sacar el país de la situación en que está. Si el PRD hubiera sido un partido así habríamos podido hacer muchas cosas, pero el PRD no era ese partido. En el PRD nosotros éramos una minoría, una minoría capaz de ir muy lejos, pero con el riesgo de que el resto del partido nos dejara solos, como podemos verlo hoy con claridad”.
Comienzos de la Conferencia Salvador Allende
Ya estaba a punto de terminar mi discurso y lo hice diciendo que “junto con el fortalecimiento de la organización sobre la base de la educación y de las tareas prácticas de cada día debemos comenzar a aplicar inmediatamente, sin pérdida de tiempo, nuevos métodos de trabajo que conviertan al PLD en poco tiempo (no en cinco años como dijo alguno de los compañeros, sino en poco tiempo, en meses nada más) en un partido realmente militante, que es lo que tiene que ser el PLD; porque si no es con militancia (militancia permanente, de ese tipo de militancia que se ejerce no solamente durante todo el día sino con la cual se sueña en la noche, cuando se está durmiendo),nuestro partido no va a lograr ni en cinco ni en veinte ni en cincuenta años lo que se propone hacer, que es la liberación nacional”.
Naturalmente, yo exageré cuando dije que el PLD podía quedar convertido en un partido de militantes en poco tiempo, en unos meses, pero lo hice para dejar en la mente de los miembros del Comité Central la preocupación de que todos ellos debían trabajar para convertir rápidamente al partido en lo opuesto de lo que era el PRD.
Un mes y diez días después de haber celebrado la reunión del Comité Central en la cual se trató lo que se ha dicho en este trabajo se llevó a cabo la conferencia Salvador Allende, convocada para echar las bases de la organización que debía darse el PLD. Esa conferencia debe ser considerada, en la historia del partido, la de su verdadera fundación, porque fue en ella donde los miembros del Comité Central, de los cuales eran parte los que formábamos el Comité Político, establecieron cuáles debían ser las bases políticas y orgánicas del partido; digamos, que en esa conferencia se elaboró lo que en un Estado es la Constitución. La historia de la conferencia Salvador Allende figura en una publicación de 60 páginas de texto nutrido en la cual se recoge el resumen de todo lo que se dijo en ella expuesto por mí pero con mención específica de lo que propusieron los compañeros que participaron en ella, todos los cuales deben ser considerados como los fundadores del PLD. He aquí un ejemplo de lo que estoy diciendo. Diómedes Mercedes hizo una lista de proposiciones entre las cuales estaba la marcada con la letra m en la cual proponía “Que el Departamento de Finanzas sea responsable de elaborar un plan financiero que a corto plazo permita al Comité Central satisfacer sus necesidades de trabajo y dar a cada dirigente o activista en forma estable lo que justamente necesite para satisfacer sus necesidades de modo tal que pueda ofrecer a la causa todo su tiempo y esfuerzo sin preocupaciones”, y a eso agregaba yo: “...quiero ampliar la proposición del compañero Diómedes diciendo que nosotros debemos fijarnos como meta, e incluso fijar el tiempo en el cual debemos de alcanzar esa meta, el principio siguiente: que a los compañeros del partido que están trabajando constantemente para el partido se les proporcionen medios iguales a los que gana un obrero no calificado en un mes, porque la verdad es que aunque nosotros establecimos salarios para los activistas del PRD a partir del año 1970, y lo fuimos extendiendo poco a poco en número hasta que eso llegó a cubrir las necesidades de 60 compañeros del partido, cuando establecimos por primera vez, digo, un salario para los compañeros que trabajan para el partido, ese salario era demasiado mínimo, era un salario simbólico que les servía para saber que podía comer un plátano y sus hijos podían tomar leche, pero no para sostenerse, y mucho menos les sirve hoy con el encarecimiento de la vida”. Dos meses y veintiún días antes de que se iniciara la Conferencia Salvador Allende, o, para decirlo con lujo de detalles, el 20 de febrero de 1974, hablando por radio, expliqué que el Dr. José Francisco Peña Gómez me había enviado una comisión de líderes del PRD a los que les encomendó la tarea de conseguir que yo me reintegrara a ese partido, y copio letra por letra lo que dije en esa ocasión, que fue lo siguiente: “¿A quién se le podía ocurrir que (los renunciantes, no yo solo) íbamos a volver al PRD después de haber renunciado de él ante el país y después de haber dicho ante la prensa que en ese momento pasábamos a formar otro partido, el Partido de la Liberación Dominicana?” A seguidas expliqué que “eso de enviar una comisión a verme fue un paso absolutamente innecesario de parte de los que nombraron la comisión, un paso dado sólo para cubrir las apariencias ante el pueblo. ¿A quién podía ocurrírsele que yo iba a volver atrás?” “No podíamos volver atrás ni yo ni los ex miembros de la Comisión Permanente (del PRD) porque el paso que dimos al renunciar del PRD para fundar el PLD no fue improvisado, no se debió a un movimiento irracional, sentimental; fue un paso necesario así como es necesario cambiarle la ropa que se le va quedando chiquita a un muchacho que está creciendo. El PRD se había vuelto para nosotros un traje chiquito; chiquito, no por el número de sus miembros sino por las ideas de sus dirigentes, que eran ideas atrasadas, ideas buenas para lo que era este país en el 1961, cuando mataron a Trujillo, pero que no le sirven hoy (febrero de 1974); que eran ideas apropiadas para el Partido Reformista, para el Dr. Balaguer y sus seguidores, pero no para un partido que crea en la necesidad de luchar por la liberación nacional”.
A lo dicho seguían explicaciones como ésta: “En el PRD hay varias clases y capas sociales; hay representantes de la burguesía, aunque ésta sea todavía muy débil..., hay trabajadores, aunque no tengan conciencia... de clase; hay campesinos, y hay muchos pequeños burgueses que proceden de todas las capas de la pequeña burguesía. El partido en sí, es decir, la organización perredeísta, está compuesto por diez, doce o quince mil personas, y había un número indeterminado, pero muy alto, de varios cientos de miles de dominicanos, que simpatizaban con el PRD, pero no eran miembros del PRD. Esa masa está compuesta por gente de todas las clases y capas, pero sobre todo por las capas que juntas forman eso que llamamos pueblo, el pueblo. Nadie debe engañarse a la hora de pensar políticamente sobre la posición de esa gran masa, pues ella misma, que se decía simpatizante del PRD, no sabía ni tal vez sepa todavía que lo mismo que simpatizaba con el PRD puede simpatizar con cualquier otro partido...”
Seguía yo diciendo: “Cuando el Dr. Peña Gómez habla de la militancia del PRD se refiere a esa masa porque él cree que los simpatizantes de un partido son militantes, y no es así; los militantes de un partido... son los que le dedican todo su tiempo, los que viven trabajando para ese partido; y la masa no hace eso, la masa no milita. La masa simpatiza y demuestra su simpatía yendo a un mitin o vota por el partido de sus simpatías...”.
Líder, doctrina y organización
A esas palabras agregué las siguientes: “...en vez de dirigir a la masa, el partido que quiera tener a la masa de parte suya deberá conformarse con ser dirigido por la masa, o lo que es lo mismo, tendrá que hacer siempre lo que le gusta a la masa”, y poco después agregaba: “...lo que sucede en realidad en relación con los partidos y la masa de un país como el nuestro, o como cualquiera de los países que se parecen al nuestro, es que la masa dirige al partido y no éste a la masa, aunque los líderes como el doctor Peña Gómez crean lo contrario. Así pues, el partido tiene que actuar según le conviene a la masa, y en la masa hay una gran parte que espera recibir, no dar; una parte que sólo da en los momentos críticos de la historia, como en una revolución, pero que fuera de esos grandes momentos críticos no actúa o actúa si no le cuesta muchos sacrificios”. Menos de tres meses después de haber dicho eso, al hacer el resumen de los diferentes temas tratados en la Conferencia Salvador Allende, tuve que referirme al papel que juega la ideología en un partido político, y lo hice diciendo: “Nuestro compañero Amiro (Cordero) dijo que la ideología de los hombres es la que digan sus actividades diarias, y efectivamente es así. El hombre vive tal como piensa, y para juzgar esto de una manera correcta no debemos referirnos al hombre aislado y mucho menos aislado en esta sociedad tan compleja, porque en esta sociedad nuestra hay una cantidad grande de restos de las demás sociedades, de las sociedades que ha habido, de formaciones ocultas que son como piedras en los riñones de la sociedad actual, y muy especialmente de la sociedad dominicana; sino que tenemos que ver esto, es decir, la legitimidad de estas declaraciones refiriéndonos a sociedades conocidas. ¿Cuál era la ideología del hombre en el Medioevo...? ¿Cómo se manifestaba esa ideología? Se manifestaba por lo religioso. No había posición política; había posiciones religiosas.
Todo el mundo en el Medioevo creía en Dios y creía en las Tres Divinas Personas... En el Medioevo la ideología era la religión y nadie escapaba a eso, absolutamente nadie... la existencia de la religión como sustancia ideológica se prolongó aun en el terreno histórico de la burguesía, en los primeros 300 años de gobiernos de la burguesía. La revolución holandesa, que es la primera revolución que hace la burguesía contra el sistema feudal, es una revolución que se hace a nombre del protestantismo contra el catolicismo español. España, como ustedes recuerdan, gobernaba en Flandes, es decir, en lo que hoy son Holanda y Bélgica. La revolución inglesa, que es la segunda revolución burguesa (la holandesa se hizo en el siglo XVI, la revolución inglesa se hace en el siglo XVII, se hace de 1640 a 1680) se hace también sobre la base ideológica de lo religioso. En los dos casos quien hacía la revolución... es la burguesía comercial aliada a la manufacturera y a los terratenientes y apoyada por los trabajadores y los campesinos”.
Del análisis de la ideología que debe tener un partido político pasé a decir: “...Es muy importante que se sepa, compañeros, que no puede haber partido en ningún país sin un líder nacional que imponga respeto; eso es una ley de la actividad política; así como no puede haber partido, realmente partido, sin una doctrina, sin ideología y sin organización. Esas tres condiciones son absolutamente indispensables para que haya un partido verdadero: líder nacional, doctrina y organización”.
Continuara
Continuara
Bosch cuenta la historia PLD (Ira.parte)
Historia del PLD
(...) Empecé a elaborar el plan de reformas del PRD que no pudieron ponerse en vigor en el PRD pero se pondrían en vigor en el PLD.
Voy a explicar lo que acabo de decir. Lo que expusieron los comisionados, con la excepción de Miguel Soto, me impresionó negativamente a tal punto que me dejó convencido de que el pueblo dominicano no podía esperar del PRD nada bueno porque sus dirigentes ignoraban totalmente los problemas del país y ninguno de ellos tenía interés en conocerlos. El trabajo de reorganización del partido que había hecho yo, con la ayuda de Gautreaux y García Guzmán, no había sido aplicado sino en sus aspectos superficiales, como el de denominar con las letras del alfabeto los comités perredeístas.
Para los líderes del PRD la política se había reducido a actividades de tipo personal, llevadas a cabo a niveles de amigos o enemigos. Mis conclusiones eran realmente negativas y deprimentes, pero yo no podía darme por vencido; no podía abandonar a las masas del pueblo renunciando al partido que me había hecho su líder y me había llevado a la presidencia de la República, y al fin tomé la decisión de luchar para convertir el PRD en una organización viva, creadora, consciente de que tenía un compromiso con los fundadores de la República: el de convertir en hechos lo que ellos soñaron cuando organizaron La Trinitaria. Mi estado de ánimo era indescriptible porque sabía que tenía que tomar decisiones muy serias, pero ignoraba cómo tenía que actuar, qué planes elaborar, qué líneas seguir.
Una desorganización política
En ese estado de ánimo, nos fuimos Carmen y yo a París y allí nos alojamos en la casa que ocupaba Héctor Aristy, y fue en esa casa donde empecé a concebir las reformas que debían hacérsele al PRD. Lo primero que pensé fue en la formación de círculos de estudio que se encargarían de enseñarles a los miembros de los comités de base, empezando por los de la Capital, qué era la actividad política, cómo debía ser llevada a cabo y con qué métodos debía ser aplicada en cada caso, esto es, cuando se trataba de gente del pueblo analfabeta o de profesionales y estudiantes universitarios. Yo ignoraba que Lenín había formado círculos de estudio en Rusia en los primeros años del siglo XX, de manera que la idea de crear unos cuantos en la República Dominicana fue una idea mía; pero no me quedé en eso. En primer lugar, los círculos de estudio del PRD tendrían como material de estudio folletos que escribiría yo, y fundamentalmente esos folletos serían de temas históricos, en cierto sentido, una adaptación de lo que había dicho en Composición social dominicana pero presentada en pocas páginas y además pequeñas. El primer círculo sería organizado con una parte de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional, que era el organismo más alto del partido, y pensaba que con una parte nada más porque sabía que entre ellos los había que carecían de la base cultural indispensable para leer y asimilar el material que iba yo a escribir.
Yo había vuelto al país el 17 de abril de 1970 y el folleto número uno fue escrito el 2 de agosto de ese año; el 10 de ese mes escribí el número dos, el número tres fue escrito en septiembre y el cuarto en octubre; el número nueve lo fue un año después. Los folletos se vendían sin beneficio para el partido ni, naturalmente, para su autor, pero los círculos de estudios no se formaban, excepto en el caso de los cuatro o cinco que organicé yo mismo. La dirección del PRD no se daba cuenta de la importancia que tenía, para un partido político, formar intelectual e ideológicamente a sus miembros. La creación de métodos de trabajo, que debía ser una tarea de los círculos de estudios, no se llevaba a cabo, salvo en el caso del denominado unificación de criterios que ha sido tan fecundo en el PLD.
El PRD que encontré a mi vuelta al país era, en vez de una organización política, una desorganización política y social. La Casa Nacional, local de la dirección partidista, estaba prácticamente en ruinas; en la parte baja de una construcción de dos plantas que había en el patio, unos vivos pusieron un expendio de mercancías de mesa, y en la parte alta vivía, con toda su familia, el secretario de asuntos campesinos del Comité Ejecutivo
Nacional; por lo demás, en la parte principal vivían y dormían hombres y mujeres; si llovía, el agua caía en el piso como caía en el patio o en la calle. Para reparar el edificio les pedí a mis hermanos que vendieran una de las propiedades que nos habían dejado en herencia nuestros padres y de la parte que me tocaba yo quería sólo 2 mil pesos —entonces el peso equivalía al dólar estadounidense—, cantidad que usé en reparar la Casa Nacional, de la cual ordené sacar, cargado, al secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional porque compartía su puesto en la alta dirección del PRD con la dirección del PACOREDO (Partido Comunista de la República Dominicana) y lo hacía con un desparpajo increíble.
De la oficina secreta a la revista Política
A Domingo Mariotti, que salía de España hacia Santo Domingo, le pedí que me trajera cien ejemplares del libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro, el Caribe, frontera imperial, para venderlos a quienes pudieran pagar por cada uno de 50 a 100 pesos porque el partido no había organizado una recaudación de fondos que le permitiera pagar la renta del local, la luz eléctrica, el teléfono y un salario para las dos mecanógrafas que echaban allí sus días y a menudo también los sábados y los domingos, y mucho menos se le cubrían sus necesidades a la persona que actuaba como director de la Casa Nacional. Los libros se vendieron, pero del dinero que me enviaron los compradores llegaron a mis manos sólo 250 pesos. El desorden era de tal naturaleza que para agenciar fondos con que atender a las necesidades de la dirección del partido monté una oficina secreta, que establecí, bajo la dirección de Nazim Hued, en el último piso del edificio de la calle del Conde donde estaba la Ferretería Morey y ahora está la Ferretería Cuesta. En el montaje de esa oficina se trabajó con tanta sutileza que ningún dirigente del PRD se enteró de ello, ni siquiera los que yo sabía que eran honestos porque alguno podía contarle a otro que no tuviera esa condición que en el tercer piso del edificio ocupado por la Ferretería Morey estaba funcionando un local del partido dedicado a la recaudación de fondos, y nadie sabía lo que podía pasar si esa noticia caía en oídos de gente como ciertos perredeístas de cuyos nombres no quiero acordarme.
Para crear la afluencia de fondos, aunque fueran reducidos pero seguros, organicé con algunos amigos, entre ellos médicos respetados, reuniones semanales en las que participaban posibles cotizantes, la mayoría de los cuales aceptó comprometerse a dar una cuota mensual para el PRD, y de los miembros de fila del partido dos fueron escogidos para llenar las funciones de cobradores, y uno de esos dos sustrajo 800 pesos —que insisto, equivalían a dólares— que cobró de los cotizantes pero no llevó a la oficina secreta que dirigía Nazim Hued. Empeñado en producir al mismo tiempo educación y fondos para el partido ordené la publicación de un libro mío, escrito en 1959 en Venezuela, donde tuvo dos ediciones: Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo, y la publicación de la revista Política: Teoría y Acción, Organo Teórico del Partido Revolucionario Dominicano, cuyo primer número correspondió a mayo de 1972. De esa revista se publicaron doce números, todos ellos no sólo dirigidos sino hechos por mí a tal extremo que lo que se publicaba en sus páginas sin firma era obra mía, y los artículos traducidos del inglés y del francés también eran obra mía porque yo tenía que hacer el papel de mecanógrafo, de traductor, de director, de corrector de originales y composición debido a que en el PRD, salvo algún que otro artículo de Franklin Almeida, Arnulfo Soto, Amiro Cordero Saleta, Máximo López Molina y uno de José Francisco Peña Gómez, que ya era doctor y lo firmó con ese título, nadie se ofreció a colaborar para mantener en circulación la revista. Hasta la sección titulada “Teoría y acción en el ejemplo histórico”, que apareció en diez de los doce ejemplares de la revista que se publicaron, tuve que escribirla yo, así como la contraportada de las carátulas de los doce ejemplares.
Esa revista demandaba trabajo, porque era de cien páginas, pero ningún dirigente perredeísta se ofreció a escribir para ella. Es más, Peña Gómez hizo su único artículo a petición mía.
Peña Gómez había vuelto al país, desde Nueva York, tras una larga estancia en Francia y luego en Estados Unidos. Creo recordar que su regreso tuvo lugar el 2 de noviembre de 1972, y a poco de llegar anunció en Puerto Plata que pronto iban a sonar en la capital de la República los estampidos de las metralletas. Eso sucedía en los primeros días de enero de 1973, y en febrero llegaba al país Francisco Alberto Caamaño. El día de su llegada se supo en Santo Domingo, por transmisión de rumores, no porque Caamaño se lo hiciera saber a alguien.
Ese día era lunes y para analizar el cúmulo de rumores que se movía con la rapidez y el secreto de los ríos subterráneos nos reunimos en la casa de Jacobo Majluta varios miembros de la dirección del PRD, entre ellos Peña Gómez, que desapareció de la sala después que él y Majluta se separaron del grupo para ir a esconder sendos revólveres que habían estado exhibiendo de manera ostentosa seguramente con la intención de impresionar a los que estábamos reunidos con ellos haciéndose pasar por hombres dispuestos a morir combatiendo como leones si se aparecían por allí agentes de la fuerza pública. Cuando se nos dijo que la policía estaba registrando la casa vecina, yo, y conmigo dos personas más, pasamos a la casa que se hallaba en dirección opuesta a la que estaba siendo registrada, y en la que entramos había buscado refugio Peña Gómez, que salió de esa casa, a poco de llegar nosotros, y fue a refugiarse a varias cuadras de distancia. A partir de ese momento, Peña Gómez, secretario general del PRD, y yo, presidente del mismo partido, el único presidente que había tenido esa organización política, mantuvimos alguna relación, muy débil y al mismo tiempo muy desagradable debido a que él se sentía respaldado por una fuerza superior, un poder extrapartido que lo llevó a proclamar que él era un astro con luz propia, palabras arrogantes con las cuales se situaba en un mundo aparte, ocupando un trono que lo colocaba por encima de los estatutos y por tanto de las autoridades legítimas del PRD.
No había que ser un lince para darse cuenta de que las arrogancias de Peña Gómez estaban dirigidas a mí, y ni él ni ninguno de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del partido se daban cuenta de que yo sabía ya que el PRD había dejado de ser lo que diez años atrás creí que podía ser. La posibilidad de ir al poder con el PRD de 1973 era algo que me preocupaba seriamente. ¿Cómo podía yo exponerme a ser candidato presidencial perredeísta para las elecciones de 1974? ¿Qué podía sucederme si era elegido presidente de la República? ¿Con quiénes iba a gobernar si en el PRD no llegaban a cien los hombres y las mujeres que tuvieran desarrollo político, conocimiento de los problemas del país y que además fueran incapaces de usar los cargos públicos en provecho propio?
Ni Peña Gómez ni ninguno de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PRD se dieron cuenta de cuál era mi estado de ánimo, y por ignorarlo varios de ellos se quedaron petrificados cuando en la reunión del 14 de noviembre de 1973, al lanzarse Peña Gómez contra mí en lenguaje irrespetuoso y con la mirada cargada de odio respondí sin palabras, poniéndome de pie y saliendo del pequeño salón en que se reunía el Comité Ejecutivo Nacional, que formaba parte de la construcción de la que yo había sacado al secretario de Asuntos Campesinos del partido y a su familia. Salí de allí y del PRD para siempre, y a los cuatro días de eso hice llegar a los periódicos la noticia de que había renunciado a la presidencia y a la militancia del Partido Revolucionario Dominicano.
Dos días después de haber hecho pública mi renuncia a la membresía del PRD nos reunimos en la casa de Franklin Almeida doce personas. Allí propuse la formación de un partido que se llamaría de la Liberación Dominicana y que se organizaría en forma diferente al PRD, a partir del establecimiento de Círculos de Estudios. Esa reunión terminó acordando que cada uno de los presentes convocaría a amigos y miembros del PRD que hubieran dado demostraciones de apoyo al propósito de fundar un partido distinto al PRD para que se reunieran en mi casa, la misma en que hoy están las oficinas de la presidencia del PLD; de esa reunión salió el acuerdo de celebrar un congreso de fundación del nuevo partido. Los que se reunieron en mi casa, que no pasaron de treinta personas, acordaron que el Congreso llevaría el nombre de Juan Pablo Duarte y se llevaría a cabo el 15 de diciembre. Al acuerdo se le hizo publicidad y el día señalado unas sesenta y cuatro personas, que en realidad no formaban un congreso porque no eran delegados de nadie, aprobaron la propuesta de dejar fundado el Partido de la Liberación Dominicana y eligieron su primer Comité Central, su presidente —que fui yo— y su secretario general —que fue Antonio Abréu—. El Comité Central tenía veintiún miembros y eligió cinco de ellos para formar el Comité Político.
En realidad, el Comité Central era tal vez la tercera parte de la totalidad de los miembros del partido, y se reunía en el local que había sido la Casa Nacional del PRD, la misma que catorce años después el PLD compraría a sus dueños pagando por ella 250 mil pesos, pero pesos del año 1987, que tenían un valor dos veces superior al actual.
Nosotros éramos un grupo pequeño de militantes de un partido que no tenía el menor peso en la sociedad dominicana, (…)
(…) que aunque su congreso de fundación se llevó a cabo el 15 de diciembre de 1973, todavía a mediados de marzo del año siguiente el PLD no era un partido sino un proyecto de partido tratado como tal por grupos partidistas tan mínimos como él. Eso que se acaba de decir está documentado en la primera de las publicaciones del PLD, un folleto de 24 páginas del cual se tiraron 5 mil ejemplares que se venderían a razón de 20 centavos cada uno para recaudar fondos con que pagar la impresión de ese folleto y cubrir algunos gastos, como los de agua y luz de la Casa Nacional.
(Continuara)
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