jueves, 7 de diciembre de 2017

Catorce datos universales para la reflexión

Nos preocupa por igual  la pobreza  y la exclusión en que viven ciento de miles de compatriotas, sin oportunidades, sin un espacio en la producción  para un sustento mínimo de sus necesidades básicas.  

la pobreza de los países en vía de desarrollo como los denomina sin tapujos Mario Benedetti, el cambio climático, la violencia de género, los muertos en el tajo o en los accidentes de coche, la vivienda, las desigualdades, el consumo de drogas, la educación o las personas que viven por debajo de los umbrales de la pobreza no es más que la pura expresión de la  desigualdad sin límite en la propia era de la sociedad del conocimiento donde se supone que los índices de desarrollo humano mejorarían.
 
Vivimos en mundo donde la brecha entre pobres y ricos es muy exagerada. Los siguientes datos “universales lo confirman”
 
La enseñanza  básica en el mundo costaría 6.000 millones de dólares,   mientras en EEUU se gastan 8.000 millones en cosméticos.
 
La salud y la nutrición básicas se sustentarían con 13.000 millones de dólares, mientras en Europa y en EEUU nos gastamos 17.000 millones en alimento para mascotas.
 
Proporcionar acceso universal a los servicios básicos supondría un coste de 80.000 millones de dólares, cantidad inferior al valor neto de las propiedades que tienen las siete personas más ricas del mundo.
 
Del total de los productos que se comercian actualmente en el mundo, el 95%corresponde a valores financieros y el 3% a bienes y servicios…..
Si todo el mundo consumiera como en EEUU, serían necesarias tres Tierras para poder producir lo necesario.
 


Cambio ambiental global. El boomerang de la especie humana

El cambio climático, la contaminación de la atmósfera y del agua, las transformaciones del paisaje -tales como la deforestación y los procesos de degradación del suelo-; la extinción de especies y el agotamiento de recursos naturales sobreexplotados son factores que han traído consigo un cambio ambiental global que precisa una respuesta urgente y definitiva por parte de las naciones, pero no habra una verdadera solución para el conflicto si no se supera el modelo de desarrollo capitalista.

Los últimos diez años han sido pródigos en noticias sobre terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías, olas de calor y de frío, exterminio de especies animales, bosques totalmente devastados. A la par, sabemos que aumenta el agujero de la capa de ozono, se acaban las reservas de hidrocarburos, sube la temperatura de océanos y mares, se derriten los glaciares y la polución produce todo tipo de afecciones a la salud humana.
El sistema de consumo de las sociedades contemporáneas se ha convertido en depredador de todos los recursos ambientales y nos regresa hoy a la génesis de la lucha por la supervivencia. De mantenerse los ritmos de crecimiento económico basados en el saqueo de la naturaleza, puede que nuestros descendientes no encuentren las vías para mantenerse con vida. Sin embargo, los principales causantes de esta situación serán los últimos en verse afectados por sus consecuencias. La desigualdad del mundo contemporáneo hace que sean las naciones y personas más pobres quienes primero sufran los embates de esta acción perjudicial sobre la naturaleza.
El cambio climático, la contaminación de la atmósfera y del agua, las transformaciones del paisaje -tales como la deforestación y los procesos de degradación del suelo-; la extinción de especies y el agotamiento de recursos naturales sobreexplotados son factores que han traído consigo un cambio ambiental global que precisa una respuesta urgente y definitiva por parte de las naciones.
No se trata de una preocupación reciente. En el informe presentado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1987 por la Comisión Brundtland, denominado Nuestro Futuro Común, se presentó el concepto de “Desarrollo sostenible”, apoyado luego en la Cumbre de Río de 1992. Con esto se acentuaba el principio elemental de un desarrollo donde se logren satisfacer las necesidades de la generación presente sin afectar por ello las de la generación del futuro. Ahora bien, llevar a término este paradigma en un mundo donde prima un modelo de desarrollo basado en la acumulación desmedida ha sido prácticamente imposible. Sus consecuencias no han podido siquiera aplazarse, aún cuando existen llamamientos internacionales como la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la Agenda 21, la Declaración del Milenio y los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el Plan de Implementación de Johannesburgo, el Programa de Acción de Barbados para el Desarrollo Sostenible de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo y la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, entre otros.
En su intervención en aquella Cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1992, Fidel aseguraba que la especie humana se encontraba en riesgo de desaparecer y responsabilizaba de manera directa a las sociedades de consumo por la atroz destrucción del medio ambiente. La solución avistada por el líder histórico de la Revolución Cubana transitaba por una mejor distribución de los recursos. “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana”, sentenció.

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